Cerramos el 2017, año que será recordado por un temblor que nos sacudió desde raíz.

Este año la cannabis medicinal avanzó. En Perú se aprobó una ley sobre cannabis medicinal parecida a la de México, por lo que se suma a una decena de países latinoamericanos que tienen alguna regulación sobre esta forma de consumo. Pero al igual que México, las nuevas leyes no permiten sino el acceso a medicamentos de manufactura industrial, lo cuales son de alto costo para el usuario promedio y de nula ayuda para el desarrollo de las propias sociedades que empiezan a mejorar su calidad de vida con esta medicina.

Si bien estas leyes no implican reconocimiento ni nada para los usuarios libres, sí implican una grave limitación para los usuarios de cannabis procesada artesanalmente, los cuales conforman la casi totalidad de los usuarios por fines terapéuticos. Estas regulaciones imponen unos productos y formas de uso, los fabricados por la industria farmacéutica trasnacional, sobre cualesquier otros, los fabricados artesanalmente por colectivos y/o madres de familia, y formas de uso en crudo o sin procesamiento químico. En otras palabras, la regulaciones actuales sobre cannabis medicinal imponen los tratamientos que puede decidir el usuario, intentan controlar lo que consume y lo que no, un avance en la nueva era de control político donde el biopoder se transforma en neuropoder.

Incluso la Constitución de la Ciudad de México incluye el uso de la cannabis medicinal como uno de los derechos establecidos en la carta magna capitalina, con lo que veremos que, al igual que hizo el gobierno del estado de México, la ciudad comprará los productos manufacturados por empresas norteamericanas para distribuirlos entre los pacientes que lo requieran, claro, siempre y cuando estén suscritos al sistema de seguridad social de la capital.

Por ello es que estas leyes no alcanzan a verse como un avance para los usuarios libres ni para los usuarios medicinales. El único avance es una ley que reconozca que: «De la piel para adentro empieza mi exclusiva jurisdicción. Elijo yo aquello que puede o no cruzar esa frontera. Soy un estado soberano, y las lindes de mi piel resultan mucho más sagradas que los confines políticos de cualquier país».

No obstante, este próximo año electoral escucharemos a diversos candidatos, a la presidencia y a otros puestos de elección, que apostaran a vendernos esta regulación farmacéutica como un avance ¡cuidado con ellos!... Ya los escucharemos.

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Por otra parte, el activismo nacional continúa trabajando y este bimestre se esperan algunas actividades lúdicas y comerciales, como son las posadas cannábicas en México y Guadalajara, y actividades políticas, como Cannambio en Aguascalientes, donde la organización Students For Libertý intenta abrir nuevos espacios de información y debate, y, por supuesto, el Redufest: el Primer festival de reducción de riesgos y daños asociados al uso de drogas, el cual promueve el derecho a la información como una forma de reducirlos.